jueves, 27 de enero de 2011

¿CÓMO NO HABLAR DE SOCIOLOGÍA?





(Algunas veces hay que ponerse serio y ver las noticias)




Alabama, primavera de 1998. La pequeña villa de Samson saca a pasear a sus perros, el olor a café y huevos revueltos es fácil de digerir en cada portal. Acaba de terminar el invierno y como cada año el colegio del pueblo ha organizado juegos extraescolares para los niños que en septiembre pasaran a formar parte del alumnado.
Michael y Rose son dos de esos niños, pero Michael y Rose son especiales. Michael viste siempre ropa parcialmente sucia y habla mucho menos que el resto de los niños, su pelo largo y andrajoso fue lo que más llamo la atención de Rose. Ella, ella ya luce los vestidos de temporada que su madre le ha comprado, blancos, azules, con flores…No hay nada de Rose que Michael pueda olvidar cada noche. El décimo día de clases Michael se sienta al lado de Rose.


Michael: ¿Me gusta tu vestido?

Rose: ¿no lo sabes? Me lo regaló papa.

Michael (golpeándose la frente con la mano): quiero decir…que me gusta, que me gusta tu vestido…es bonito.

Rose: Gracias, me lo regaló papa…a mí me gusta tu pelo.

Michael: Vaya… (Avergonzado) gracias… ¿te sentarás conmigo el resto del curso?



Michael no quería perder tiempo, así como al crecer le robamos el valor , los niños de cinco años no saben ni siquiera de su existencia y viven en un reloj en que todo pasa muy rápido y en el que por tanto es mejor no dormirse en los laureles. Rose asintió…Desde ese momento compartieron todo tipo de juegos. En la mayoría de los días ni siquiera hablaron, simplemente se sonreían en la distancia, se acercaban y peleaban rodando por el césped o daban mil vueltas a un árbol mientras Rose inventaba alguna canción. A Michael le gustaba jugar, escuchar y tocar a Rose…


Michael: Me gusta jugar contigo

Rose: Y a mí contigo Michael

Michael: ¿Te gustaría ser mi novia?

Rose: ¿Novia?

Michael: ¡Si! Como mis tíos por ejemplo, ellos siempre están juntos, es eso lo que hay que ser para siempre estar juntos, creo.

Rose: Entonces vale, tú serás mi novio.


Michael beso en la mejilla a Rose y así pasaron a ser novios. No hubo que decirlo a los padres, solo ellos lo sabrían…y nada cambiaría, nada lo haría jamás…por eso el beso.
La primavera terminó entre juegos, y sudor que solo un padre puede oler. Ahora tendrían que separarse y ella iría a pasar el resto de sus últimas vacaciones a la playa con sus abuelos. A la vuelta se volverían a encontrar y Michael solo podía imaginar lo fantástico que podría llegar a ser extrapolar esos dos meses al resto del curso.

Llego Septiembre y el autobús recogió a Michael y su vecino Joe. El no habló en la espera, y no podía recordar haber sentido esos nervios. Cada noche había pensado en aquello que le diría al verla y jamás había terminado contento con el resultado. Sus manos sudaban mucho más aún que al dibujar.
El autobús abrió las puertas, Rose estaba sentada sola en la quinta fila. No hubo sonrisa y cuando por fin sus pies alcanzaron su altura...


Rose: Michael creo que no te deberías sentar aquí.

Michael: ¿Por qué?

Rose: Hable con mis padres…Dicen que somos unos niños aun para eso, que debería jugar con las chicas, que no se puede tener novio en el colegio.

Michael: ¿Qué? (intentándose sentar)

Rose: No Michael…me sentaré con una niña como el resto.


Michael sacó la lengua a Rose cuando ella ya no miraba y terminó sentándose con Joe. Michael odiaba a Joe. Ese gordito pijo que solo jugaba al escondite…los niños eran aburridos, sin embargo Rose era mucho mejor que eso, ella sabia cantar.
Una vez en clase Michael volvió a intentar sentarse con rose como había hecho durante toda la primavera y una vez más volvió a ser rechazado.
En la comida Rose se acercó.

Rose: Michael esta es la última vez que comemos juntos.

Michael: ¿Por qué?

Rose: No tenemos que estar cerca el uno del otro. No hay nadie que lo haga.

Michael: ¡Pero nosotros somos novios!

Rose: ¡Somos amigos! Ni siquiera tus tíos eran novios en el colegio


Rose había crecido…Michael no. Ahora ella ya comprendía el tiempo, comprendía sus quehaceres y normas; sabía más de el que de Michael. Para el aquel reloj seguía sin existir y solo los vestidos de Rose marcaban el paso de los días y los “nos” en el autobús, en clase y en aquel maldito comedor.
Cada día durante 3 semanas se repitieron las mismas escenas.

Rose: No…está ocupado.

Lunes 12 de Abril. Michael no espera al no de Rose y tras un segundo de pie enfrente de la pareja de asientos decide quedarse a su lado.


Rose: ¿Michael cuantas veces te lo tengo que decir? ¡Somos amigos! Los amigos no pasan tanto tiempo juntos.

Michael: (con las venas en sus ojos prediciendo lágrimas) ¿Te sentarás conmigo?

Rose: Ya te dije que no. Levántate Michael

Michael: ¿Te sentarás conmigo el resto del curso?

Rose: (acercando su cara a Michael) No.


En ese mismo instante Michael asoma su cabeza al pasillo y rebusca en su mochila. De ella saca una pistola del calibre 9 y apunta directamente a la cabeza de Rose. Inclinando la cabeza lentamente hacia la derecha y con semblante serio, Michael vuelve a preguntar a Rose que mira solo al agujero negro.


Michael: ¿Te sentarás conmigo?


La pregunta había cambiado totalmente su significado ahora, después de que Michael aprendiera en casa que los negocios de papa se terminaban con un “¿tienes el dinero?” a punta de revolver. La pregunta aun cambió más si cabe cuando el autobús freno por sorpresa. Tras eso la pregunta se perdió entre los sonidos de la secante explosión y el grito de los niños. No hubo más. Michael sostenía el arma mientras parecía haberse congelado, incluso sus lágrimas parecían no moverse. El cuerpo de Rose no era más que un saco en el asiento al lado del cristal. El cristal era un cumulo de restos sólidos cayendo lentamente entre los ríos de sangre. El caos se apoderó del lugar.
Michael un niño de aun 5 años, acababa de asesinar a Rose y soltaba el arma cuando su profesora entre gritos le agarraba. Entonces cerró los ojos y quiso no volver a abrirlos jamás.

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